Víctor Raúl López Ruiz, Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Universidad de Castilla-La Mancha
El método científico nos ayuda a entender cómo vivimos en sociedad y a identificar los factores que impactan positivamente en la calidad de vida de los españoles. Según el informe del Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV) de 2024, en España somos menos felices socialmente en comparación con 2023 (7,45 frente a 7,72 en escala de 1 a 10).
Enfrentamos un desafío clave: habitamos una sociedad que apuesta por la sostenibilidad y la digitalización en nuestras relaciones. Sin embargo, las mayores satisfacciones suelen encontrarse en entornos rurales o en ciudades intermedias inteligentes donde la tecnología y la cercanía comunitaria logran un equilibrio ideal.
En esta sociedad interconectada afrontamos el reto de equilibrar los beneficios de la digitalización con las brechas que deja a su paso. Por un lado, las competencias digitales se consolidan como un elemento clave para alcanzar la felicidad social. Por otro, la soledad no deseada continúa afectando tanto a jóvenes como a mayores, evidenciando una desconexión emocional en medio de tanta conexión tecnológica.
La pregunta clave es: ¿cómo interactúan estos dos fenómenos y qué podemos hacer para construir una sociedad más inclusiva, equilibrada y conectada?
El doble filo de la digitalización
Las capacidades digitales son clave para alcanzar una mejor felicidad social. En la aplicación del modelo de felicidad social para España en 2024 suponen hasta un 4 %. Facilitan la conexión social, el acceso a la información y a los servicios. Además existe una clara relación positiva en la población entre dichas capacidades e indicadores en calidad de vida.
Sin embargo, este factor también puede aumentar la vulnerabilidad de quienes no cuentan con las habilidades o recursos necesarios para adaptarse. Se presenta así como un reto significativo que debe ser abordado para asegurar una inclusión digital equitativa y evitar la exclusión de los grupos más vulnerables.
El impacto de la digitalización varía notablemente según la edad. Para los jóvenes, se trata de una herramienta de aprendizaje y expansión social. En cambio, para los mayores, la tecnología se convierte en una vía poderosa para combatir la soledad, permitiéndoles mantenerse conectados con el entorno familiar y residencial.
A pesar de este potencial, muchos mayores enfrentan barreras para integrarse en el mundo digital, lo que incrementa su aislamiento y sensación de exclusión. Una de las consecuencias es el edadismo digital, realidad en nuestra sociedad actual que identifica claramente a la población mayor de 40 años.
La cuestión radica en reducir estas brechas digitales, transformando la tecnología en una herramienta verdaderamente inclusiva para todas las generaciones, independientemente de su edad, género u origen socioeconómico. En la actualidad, la brecha en capacidad digital está motivada fundamentalmente por esas tres cuestiones.
La soledad no deseada: un desafío transversal
La soledad no deseada es un problema social profundo, definido por la percepción de una carencia en la cantidad o calidad de las relaciones sociales. En 2024, de acuerdo con OICV, en torno al 26 % de españoles la han sentido en algún momento. Aunque afecta a personas de todas las edades, se manifiesta de formas diferentes según el grupo etario. De hecho, en jóvenes menores de 30 años alcanza el 45 % y en mayores de 80 años rebasa el 50 %.
En niños y adolescentes puede surgir por la falta de integración social o el acoso escolar. En los adultos se relaciona frecuentemente con la presión laboral y la falta de tiempo para cultivar relaciones personales. En el caso de las personas mayores, este sentimiento suele estar vinculado a la pérdida de seres queridos, la jubilación, la disminución de sus redes de apoyo social o las limitaciones físicas que dificultan la interacción social lo que lleva consigo un aumento del aislamiento social.
En nuestro análisis demostramos irrefutablemente que la soledad impacta negativamente en múltiples aspectos de la calidad de vida, especialmente en los mayores. Si focalizamos, el perfil vulnerable es el de mujer viuda de más de 75 años, añadiendo brecha de género y estado civil.
Fomentar la interacción social, preferentemente “analógica” (presencial), entre generaciones emerge como una estrategia efectiva para combatir la soledad no deseada. En todo caso, combinada con las nuevas tecnologías, esta interacción puede potenciar la inclusión social y reducir la sensación de aislamiento. Sin embargo, las personas mayores se enfrentan a mayores barreras en el uso de estas herramientas, lo que limita su acceso a soluciones que podrían mejorar significativamente su bienestar.
Abordar la soledad no deseada en los mayores requiere un enfoque integral que combine apoyo social, acceso a servicios y oportunidades para la participación activa en la comunidad. La tecnología ofrece soluciones prometedoras para mitigar este problema. A través de herramientas digitales e incluso la IA, los mayores pueden mantenerse conectados reduciendo el sentimiento de aislamiento.
Estas iniciativas no solo mejoran la calidad de vida de los mayores, sino que también fomentan un sentido de pertenencia y conexión en una era cada vez más digital. Un buen comienzo es que desde los servicios asistenciales a mayores (residencias, centros de mayores) la infraestructura de conexión libre a red (wifi) sea un hecho, como desde cualquier centro educativo.
El estudio de una macroencuesta nacional, realizada por quinto año consecutivo por el OICV, señala que los residentes en España con mejores estándares de calidad de vida destacan por sus altas capacidades digitales, especialmente en el uso de dispositivos, redes sociales y acceso a servicios telemáticos.
Viven habitualmente en el entorno rural o en ciudades intermedias eficientes y accesibles, en la zona centro y en la norte. Su calidad de vida es algo mayor para los varones. En cualquier caso son residentes que viven en pareja o casados con edades entre los 45 y 55 años, babyboomers.
En lo referente a su esfera laboral se encuentran empleados de forma estable en sectores como educación, sector primario, sanidad y sector financiero. Teletrabajan solo de forma complementaria y su poder adquisitivo es medio-alto.
Preocupaciones de los españoles que mejor viven
Entre sus mayores preocupaciones sociales sitúan la gobernanza de los decisores políticos, la soledad no deseada, el precio de la vivienda, el edadismo digital y la sostenibilidad. La institución principal en su felicidad social es de forma destacada la familia. Las formas reconocidas para la mejora en calidad de vida se dirigen al emprendimiento y la educación. La cultura, la práctica de deporte y el turismo son determinantes en su felicidad social cotidiana.
En resumen, la sociedad digital actual debe cuidar ampliamente a los dos sectores de edad más vulnerables: jóvenes y mayores, siendo la mejor estrategia la interconexión entre ambas generaciones y siempre que sea posible de forma presencial. En el camino podemos dar respuesta social a problemas clave como la vivienda o la asistencia y el cuidado de mayores.
Víctor Raúl López Ruiz, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Econometría), Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Estadística), Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Profesora Contratada Doctora, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.