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Nobel de Economía para las subastas de franjas de aterrizaje, frecuencias de radio o derechos de emisión de CO₂, por Francisco Jareño Cebrián, en The Conversation

14/10/2020
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Nobel de Economía para las subastas de franjas de aterrizaje, frecuencias de radio o derechos de emisión de CO₂, por Francisco Jareño Cebrián, en The Conversation

14/10/2020

Francisco Jareño Cebrián, Universidad de Castilla-La Mancha

En época de pandemia y crisis mundial, el Banco de Suecia premia a dos economistas que desarrollan los procedimientos de subastas: Robert Wilson y Paul R. Milgrom.

¿Quién da más?

En una subasta queda claramente reflejado cómo, de un lado, los vendedores quieren encontrar el mejor comprador (el que pague más por el bien o servicio vendido) y, en el otro, los compradores desean adquirir el objeto deseado al precio más bajo. Se trata de un proceso de ajuste o fijación de precios entre la oferta y la demanda, hasta alcanzar un equilibrio. Un precio que ninguna de las partes conocía, pero surge de la interacción de ambas. Situaciones de este tipo son, en esencia, las que estudian los economistas galardonados.

No hace falta ser grandes inversores, empresas de suministro eléctrico o de telecomunicaciones: cualquiera puede intervenir en este tipo de operaciones. ¿Quién no ha participado en una subasta de eBay? A pesar del conocimiento tan profundo de los galardonados, Wilson manifiesta no recordar haber participado en algún tipo de subasta, pero seguro que lo ha hecho, pues, en su entrevista tras conocer la noticia, confirma que ha realizado alguna compra a través de eBay. Incluso para entender la factura de la luz, como consumidor, es útil conocer este tipo de procesos.

Wilson y Milgrom han estudiado la forma de actuar de los inversores, que en muchos casos muestran un comportamiento gregario o de rebaño, tomando decisiones en función de la información disponible, así como la que creen que poseen los otros inversores.

Wilson: desentrañando el cluedo de la economía

Wilson es uno de los pioneros en la aplicación de la teoría de juegos en contextos como las subastas, en las que existe asimetría de información entre compradores y vendedores, es decir, donde la información que poseen unos y otros no es la misma.

Esta circunstancia puede hacer que determinados inversores que carecen de información (o que la que tienen no es de calidad), propongan precios (pujen por los bienes o servicios) superiores al valor del bien, provocando que una de las partes se beneficie y la otra se vea perjudicada.

Sus investigaciones han permitido conocer mejor la forma de pensar y actuar de los inversores en situaciones de compra venta de productos y/o servicios a través de algún sistema de subastas.

Según Wilson, en las subastas, los inversores racionales (compradores) suelen proponer precios por debajo del máximo que están dispuestos a pagar, por miedo a sobrestimar el valor del bien o servicio en cuestión, en lo que se conoce como la maldición del ganador. Esto es, pujar ofreciendo un precio muy alto y, por tanto, incurrir en pérdidas.

Su aportación a la economía está relacionada con el estudio del comportamiento psicológico de los agentes económicos que participan en las subastas. En ellas, hay que saber interpretar la información que posee cada individuo y conocer la calidad de la misma, así como intentar predecir la información con la que cuenta la otra parte para prever su comportamiento. En definitiva, se trata de un juego psicológico.

Valores comunes, valores específicos y subastas

Milgrom, por su parte, ha desarrollado una teoría general de subastas que considera no solo los valores comunes, sino también los valores privados que varían entre los participantes en una subasta.

Analiza también la dinámica de aquellas subastas que solo interesan a determinados (y pocos) agentes económicos, por ofrecer bienes y servicios muy específicos. Estos bienes y servicios podrán venderse en el futuro pero con dificultad, pues se debe encontrar a compradores interesados en ellos.

Además, el académico apoya el sistema de pujas abiertas frente a las pujas cerradas, es decir, propone que las empresas que compiten entre sí deben conocer las ofertas que realizan sus oponentes. De esa forma, la información está disponible para todos, por lo que los clientes, en el caso de la fijación de precios como la energía, se verían beneficiados con precios mucho más ajustados.

Nobel a las subastas eficientes

Ambos galardonados han participado en el diseño y desarrollo de sistemas de compra-venta en mercados estratégicos (electricidad, telecomunicaciones). Estos procesos se han implementado en algunos productos especialmente complejos como pueden ser las subastas de las franjas horarias de aterrizaje, las frecuencias de radio y las subastas de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, entre otras.

Wilson y Milgrom sostienen que en muchos de estos casos, los vendedores no buscarían maximizar el beneficio económico sino el beneficio social. En otros, el beneficio social es más difícil de justificar: por ejemplo, una subasta de derechos de emisión puede suponer que estos sean negociados posteriormente (comprados y vendidos), con lo que ciertas zonas podrían acabar realizando más emisiones de las deseadas. Como en todo, el proceso de subasta tendrá un objetivo más o menos justo en función de la aplicación que se haga de él.

Así, en unos momentos convulsos y de turbulencia económica, como la pasada crisis financiera global provocada por las hipotecas de alto riesgo (subprime) o como la actual crisis originada por la pandemia mundial de la Covid-19, los procesos de subasta permiten conseguir una asignación más eficiente de los recursos, lo cual puede ayudar a alcanzar la tan ansiada recuperación económica.The Conversation

Francisco Jareño Cebrián, Profesor Titular de Universidad, Área de Economía Financiera, Departamento de Análisis Económico y Finanzas, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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