LAGUNAS DE RUIRDEA: PRESENCIAS Y AUSENCIAS
Manuel Antonio Serrano de la Cruz Santos-Olmo (Profesor UCLM)
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Las Lagunas de Ruidera constituyen uno de los espacios naturales más espectaculares de Castilla-La Mancha. Desde cualquier punto que se acerque el viajero a los límites administrativos de las provincias de Albacete y Ciudad Real, donde se localiza este enclave, se encontrará con una gratificante sorpresa propiciada por el cambio brusco y muy llamativo en el paisaje. Localizadas en los municipios de Ossa de Montiel (Albacete), Ruidera, Argamasilla de Alba, Alhambra y Villahermosa (Ciudad Real), las lagunas articulan el valle del Alto Guadiana que discurre por los sectores noroccidentales de la altiplanicie del Campo de Montiel. Su singularidad le viene propiciada por su relevancia paisajística, por su originalidad geomorfológica y, fundamentalmente, por la presencia de una importante masa de agua en el interior de un territorio caracterizado, en esencia, por la aridez. La circunstancia de que todos los elementos naturales sean una cadena de hechos geográficos destacables propició que este lugar fuera el primer espacio con una figura de protección en Castilla-La Mancha en el año 1933, posteriormente reclasificado en 1979 como Parque Natural con una extensión de 3.772 hectáreas. Además, forma parte de la Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda y de la Convención RAMSAR de humedales de importancia internacional, están incluidas dentro de la Red Natura 2000 como Zona Especial de Conservación (ZEC) desde septiembre de 2017, antes como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), y es Refugio de Fauna, configurando una de las áreas protegidas más importantes de España tanto por su singularidad y exclusividad, como por atesorar prácticamente todas las figuras de protección existentes.
Ruidera, lagunas : Región Manchega, Serie B. -- [S.l. : s.n.], [entre 1900 y 1905] 1 fot. : b/n (tarjeta postal) ; 10x13cm.
Aunque su destacable riqueza ambiental radica en la combinación de todos los elementos del medio natural, podríamos destacar entre todos ellos la especial configuración geomorfológica que explica la génesis del lugar. El complejo fluvio-lacustre conocido como las Lagunas de Ruidera está integrado por un rosario de 15 lagunas que se extienden a lo largo de unos 25 kilómetros de extensión, salvando un desnivel de aproximadamente 120 metros entre la laguna más alta y la situada a menor nivel altitudinal. La singularidad geomorfológica de este espacio radica en la aparición de una serie de represas naturales (barreras tobáceas), que se han formado debido a peculiares procesos de precipitación de carbonatos originados por el propio río. La existencia de estos elementos ha favorecido la creación de zonas donde las aguas quedan parcialmente remansadas formando una serie de lagunas identificadas cada una con su nombre propio (Blanca, Concejo, Tomilla, Tinaja, San Pedro, Redondilla, Lengua, Salvadora, Santo Morcillo, Batana, Colgada, Del Rey, Cueva Morenilla, Coladilla y Cenagosa, entre las más significativas).
Este peculiar paisaje geomorfológico se ve enriquecido de forma también muy especial, además, por un paisaje vegetal no menos significativo que contrasta fuertemente con las áreas circundantes desprovistas casi por completo de vegetación natural. En el entorno de las lagunas es fácil diferenciar al menos dos tipos de cubierta vegetal: la propiamente mediterránea de dominios calizos, matizada en el caso de las lagunas por sus propias características; y la unida más directamente a la importante masa de agua que le da protagonismo a este enclave. Entre ellas quedan como predominantes las comunidades vegetales propiamente mediterráneas (formadas por encinas, sabinas, enebros, coscojas, romeros, torviscos, jaras o tomillos, entre otras) y las vinculadas a un medio acuático como el que aparece en Ruidera (carrizales, masegares, juncales y céspedes, como las más representativas), además de árboles de ribera como álamos y chopos.
También, y propio de estos enclaves húmedos, la vida animal es otro de los añadidos a la riqueza de este espacio. Aquí se establecen 19 especies diferentes de peces, 8 de los cuales son endémicos. Se constata la existencia de 8 especies diferentes de anfibios (donde los tritones y los sapos son los más abundantes), y 12 de reptiles entre los que destacan como los más importantes el lagarto ocelado y la culebra bastarda. Dada la peculiaridad de este espacio, donde el agua juega un papel fundamental en el medio, la vida animal en lo concerniente a las aves es importantísima. El medio acuático se entremezcla con el mediterráneo y, de este modo, las aves acuáticas complementan a aquellas que viven en los bosques de encinas más alejados de las propias lagunas. Somormujos lavancos, ánades reales, fochas comunes, calamones comunes y diversas especies de porrones son algunos de los más importantes en el medio acuático; el aguilucho lagunero y el águila perdicera destacan como las principales rapaces. Y entre los mamíferos, desde erizos y musarañas, pasando por la extensa variedad de murciélagos en esta zona, hasta especies más llamativas como las comadrejas, turones, tejones, zorros o ginetas, caracterizan a un territorio con una riqueza inestimable.
Este valle y sus lagunas también destaca por las relaciones por sus aprovechamientos, distintos al entorno en el que se inserta. Rodeado de espacios agrarios esencialmente cerealistas, entre los que conviven otros más intensos y diversos en los que tiene cabida la vid y el olivo, sus sobresalientes valores naturales ligados al agua permitieron unos usos territoriales diferentes.
Ruidera. -- [S.l.]: Pomar, [entre 1920 y 1930]. 1 fot., b/n. (tarjeta postal); 10x15 cm.
Un conjunto de acontecimientos, representado por la construcción de una red fábricas de luz primero, el fomento de la especulación urbanística en el valle más tarde y una importante presión turística consecuente finalmente, han motivado una intensa transformación de los caracteres naturales originales. Hechos que se relacionan, en mayor o menor grado, con el proceso de privatización de tierras, montes y lagunas que sufrió el Alto Guadiana con las medidas desamortizadoras del siglo XIX y que permitieron el aprovechamiento privado de todo el valle, incluyendo las propias lagunas.
La existencia de unos importantes y constantes caudales de agua en el cauce de esta peculiar red fluvial permitió su explotación económica desde hace mucho tiempo. El curso del Alto Guadiana representó, gracias a ello, una posibilidad más de actividad económica en la zona que mantuvo su influencia hasta mediados del siglo XX. Primero, con la existencia de toda una serie de molinos y batanes jalonados a lo largo del valle; más tarde, por el asentamiento de una importante industria de pólvora que posibilitó el crecimiento de la, entonces, aldea de Ruidera y, finalmente, por la instalación de un conjunto de centrales hidroeléctricas que aprovecharon los antiguos emplazamientos de parte de los antiguos molinos y terminaron por introducir cambios y alteraciones irreversibles en el funcionamiento natural de las lagunas y, por tanto, en el paisaje. Su instalación, así como su funcionamiento, llevó aparejada la construcción de otra serie de infraestructuras (zonas residenciales, exclusas, canales) que terminarían por introducir importantes modificaciones en el espacio, no sólo desde un punto de vista industrial sino también desde un punto de vista ambiental, dado que alterarían para siempre el funcionamiento hídrico natural del sistema al romper muchas de las barreras tobáceas que retenían el agua de forma natural.
A mediados del siglo XX se inició un proceso de edificación descontrolada que terminaría afectando a distintos enclaves durante las siguientes décadas. Si bien es cierto que este proceso no significó en un principio transformaciones espaciales muy importantes, ni repercusiones económicas destacables, no tuvo que transcurrir demasiado tiempo para que el crecimiento de este fenómeno llegara a tener cierta significación en el entorno consolidando el fenómeno de la residencia secundaria y el posterior desarrollo urbanístico descontrolado en el valle. En primer lugar, gracias a la profunda transformación espacial a la que fue sometido el valle, mediante la urbanización de muchas áreas muy cercanas a las lagunas. Y, en segundo lugar, por ser el desencadenante de un nuevo tipo de actividad muy rentable para la población de la zona, que en principio encontró ocupación en la construcción de todas estas edificaciones, y que después aprovechó la demanda de servicios en los momentos de mayor ocupación de estas urbanizaciones. El proceso constructor en las Lagunas de Ruidera comenzó de forma más importante a mediados de los años 60 y se extendió hasta mediados de los años 80. Durante esas décadas se acometieron labores de edificación de construcciones de recreo en las cercanías de las lagunas, que modificarían de forma irreversible el paisaje de este humedal al situarse incluso hasta en el mismo borde del agua o encima de las barreras y terrazas tobáceas.
Lagunas de Ruidera: la playa Publicación: San Hilario Sacalm (Gerona): FITER, D.L.1967. Descripción física: 1 fot.: col. (tarjeta postal); 10x15cm.
Con la construcción de la primera urbanización en 1965 comienza a surgir, como consecuencia directa, una creciente proliferación de visitas a las lagunas que pronto se convertirán en multitudinarias. Se consolida durante la siguiente década un tipo de turismo incontrolado, ajeno en general a los sobresalientes valores naturales del valle y caracterizado por una fuerte concentración espacial y estacional en verano en busca esencialmente de aguas para el baño. Durante los años 80 y 90 del pasado siglo las elevadas cifras de visitas registradas ponen de manifiesto la importancia cuantitativa del turismo en esta zona de interior, mostrando a la vez claros indicios de una fuerte presión turística en relación a la fragilidad del sistema natural en el que tienen lugar. Con el tiempo, este Parque Natural se ha convertido en uno de los espacios naturales protegidos más visitados de la Región, con cifras cercanas al medio millón de visitas anuales.
Las Lagunas de Ruidera representan, en definitiva, un espacio complejo donde, junto a sus destacables valores naturales, se dan cita una buena relación de alteraciones antrópicas acumuladas durante el siglo XX. La sucesión de estos acontecimientos han terminado generando algunas transformaciones destacables del medio natural de este frágil enclave, entre las que son reseñables: el impacto paisajístico y la alteración geomorfológica llevada a cabo a principios de siglo por la construcción de un conjunto de centrales hidroeléctricas; la elevada densidad de construcciones de recreo en el entorno de las lagunas; y la intensa afluencia turística de carácter temporal concentrada especialmente durante el verano. Transformaciones que terminaron por consolidar problemas tan graves como el deterioro de las barreras y terrazas tobáceas, la contaminación por vertidos en las aguas de las lagunas, la reducción de los márgenes lagunares o la deforestación y el excesivo uso de agua para fines particulares y de riego.
Todo esto puede verse a través de fotografías, mapas, paisajes, estampas turísticas, o imágenes de las cubiertas vegetales, del agua y del paisanaje en la exposición sobre las Lagunas de Ruidera que nos ofrece el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, perteneciente a la Universidad de Castilla-La Mancha. Una exposición que con el nombre “Lagunas de Ruidera: presencias y ausencias”, se muestra sumamente ilustrativa de la configuración a través del tiempo de la esencia de este sobresaliente paisaje castellano-manchego. Una colección de imágenes cuidadosamente seleccionadas que permite una mirada sosegada y reflexiva a un espacio geográfico muy popular, aunque al mismo tiempo todavía poco conocido desde el punto de vista de sus valores naturales y culturales que atesora.
La exposición, con imágenes que van desde 1900 hasta la actualidad, nos recuerda cómo las Lagunas de Ruidera son un espacio frágil, donde el agua fluctúa caprichosamente en función de los años, muchas veces también por la mano del hombre. Nos traslada a una evolución de las cubiertas del suelo, a unos tiempos de vegetación raquítica e incluso inexistente, a años de puesta en marcha de las repoblaciones forestales, de márgenes lagunares distintos a los que han llegado a nuestros días.
Las postales y las publicaciones seleccionadas nos acercan a formas de relieve cambiantes, algunas de ellas perdidas, con el protagonismo siempre presente de las formaciones tobáceas que han dado la personalidad a este enclave. Rocas formadas por acumulaciones de carbonatos generados por las aguas que discurren por las superficies y las entrañas de los paisajes del Campo de Montiel para formar los valles del Alto Guadiana por confluencia de los ríos Pinilla y Alarconcillo en una caprichosa morfología que adopta distintas denominaciones en función de la presencia del agua.
Una exposición que, además de recoger los sobresalientes valores naturales de las Lagunas de Ruidera, nos mantiene siempre expectantes en la utilización turística de este espacio, cuya presencia se mantiene en un buen número de imágenes tomadas a lo lardo de distintas décadas. Imágenes que nos permiten situarnos como privilegiados observadores del paso del tiempo y la transformación de los paisajes en un espacio, parafraseando a Martínez de Pisón, en el que se han acumulado los tiempos y un tiempo donde se han sucedido los espacios, en general, antes con más agua y menos vegetación y construcciones.
Lagunas de Ruidera: Laguna "La Batana". Lagunas de Ruidera: Laguna "La Batana"...-- San Hilario Sacalm (Gerona): FITER, D.L.1974. 1 fot.: col. (tarjeta postal); 10x15cm.