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Estrategias de gestión forestal para adaptar el paisaje a un mundo más cálido y proclive a los incendios

31/03/2025
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Estrategias de gestión forestal para adaptar el paisaje a un mundo más cálido y proclive a los incendios

31/03/2025

Manuel Esteban Lucas-Borja, Universidad de Castilla-La Mancha

Los incendios forestales que asolan España este verano son una consecuencia directa de la ausencia de objetivos y la incapacidad de las actuales estrategias y modelos socioeconómicos y ambientales para adaptarse a la realidad climática actual. Como sociedad, no queda otra que asumir la consecuencia, estudiarla y actuar.

Bajo un régimen natural de incendios, el fuego juega un papel ecológico principal en muchos ecosistemas. La pregunta que nos debemos hacer no es si queremos que haya fuegos o no en nuestros ecosistemas, sino qué papel hay que darles y deben jugar en nuestros paisajes. Para avanzar, no es suficiente hablar de datos o tácticas aisladas. Con más de la mitad de nuestro territorio nacional ocupado por ecosistemas forestales, es el momento de diseñar una verdadera estrategia forestal y socioeconómica a largo plazo y para todo ese territorio. Y ésta debe estar respaldada por una fuerte voluntad política, un consenso social amplio y presupuestos valientes. Aquí es donde comienza la verdadera tarea. Como bien advierte el proverbio, “el fuego es un muy buen sirviente, pero un mal amo”. Si no actuamos, territorio y paisaje continuarán siendo gestionados por el fuego, dejando la memoria de las actividades forestales y agrícolas tradicionales y nuestros pueblos cubiertos por las cenizas del olvido.

Soluciones distintas para escenarios nuevos

Los incendios forestales de alta intensidad, severidad y gran extensión son cada vez más frecuentes a nivel global. Si bien las causas de ignición o como empiezan los incendios forestales se atribuyen de manera mayoritaria a la acción humana (intencionados o por negligencias), cada vez cobran más importancia las causas naturales (principalmente rayos). Cosa distinta son las causas que están detrás de la propagación o como se “mueve” el incendio, entre las que se consideran las condiciones meteorológicas, la orografía y la vegetación. En relación con esta última y aunque a escala temporal humana sea difícil de percibir, hay que entender que nuestros ecosistemas forestales son dinámicos y evolucionan, crecen. Sin nadie que consuma o procese el material vegetal, este se acumula. La ausencia de gestión forestal, políticas de supresión del fuego o principalmente enfocadas a la extinción, la despoblación de zonas rurales y el abandono de determinadas prácticas agrícolas, entre otros, favorecen la acumulación de vegetación que crece en nuestros montes y bosques, generando una continuidad horizontal y vertical del combustible forestal disponible para arder. El cambio climático es el último ingrediente que se añade en la coctelera para causar las situaciones e imágenes que observamos en este duro verano de 2025. Olas de calor más intensas y largas eliminan la humedad de la vegetación y la predisponen para arder con más facilidad. El sistema pasa a funcionar bajo las condiciones de un régimen no natural de incendios, alejado de sus patrones naturales, lo que está llevando a muchos ecosistemas forestales a un punto de inflexión, superando su capacidad de recuperación natural y provocando cambios de estado permanentes. Los incendios de grandes dimensiones, con mayor intensidad y cada vez más recurrentes actúan como verdaderos filtros, a partir de los cuales los bosques afectados por el fuego pasan a transformarse en matorrales o pastizales.

El fuego es una perturbación natural que se rige por leyes químicas y físicas que prevalecerán sobre cualquier realidad y complejidad humana. Ante esta realidad, es necesario avanzar en los planteamientos que hasta ahora han guiado a la gestión forestal. Se necesita un nuevo paradigma que no solo se enfoque en las tareas de prevención y extinción, sino que también prepare a los bosques para un futuro de mayor incertidumbre mediante una decidida y eficaz restauración forestal de paisajes y ecosistemas.

Paisaje tras un incendio, con cenizas y vegetación
Paisaje tras el incendio en la Sierra de los Donceles (Hellín, Albacete) en verano de 2012. Manuel Esteban Lucas, CC BY-SA

Ante este gran reto, la selvicultura adaptativa para el cambio climático (ASCC, por sus siglas en inglés) ofrece una respuesta innovadora. Su enfoque no prescribe una única solución, sino que presenta un abanico de estrategias para dirigir los ecosistemas hacia un futuro más adaptado al contexto actual. La clave está en reconocer que no siempre es deseable o viable que un ecosistema regrese a su estado original después de una perturbación y se basa en tres estrategias principales: resistencia, resiliencia y transición.

Resistencia: fortalecer la defensa del bosque

La estrategia de resistencia busca proteger el ecosistema y mantener sus condiciones actuales, defendiéndolo de los impactos del cambio climático y del fuego. Se aplica en áreas de alto valor ecológico donde la pérdida de la composición o estructura actual sería inaceptable desde el punto de vista forestal y ambiental.

Las tácticas selvícolas se centran en reducir la vulnerabilidad a las perturbaciones, lo que incluyen determinadas actuaciones que ayudan a reducir la competencia por los recursos (por ejemplo, el agua y los nutrientes del suelo). Esto mejora la resistencia a la sequía y la salud general del rodal, un área que se caracteriza por tener características homogéneas en cuanto a topografía y composición arbórea. Además, se gestiona la densidad de pies y la carga de combustible a través de quemas controladas, clareos, claras, podas u otras actividades tradicionales como la ganadería y el pastoreo. También contempla la eliminación de estructuras forestales que favorezcan la continuidad, tanto horizontal como vertical, del combustible forestal y por tanto, mitiguen la intensidad y severidad de un posible incendio forestal.

Un paisaje con pinos y arbustos y dos personas haciendo tratamientos silvícolas
Tratamientos silvícolas de clareos y podas sobre regenerados de pino después del incendio de 2012 en La Sierra de los Donceles (Hellín, Albacete). Manuel Esteban Lucas, CC BY-SA

Resiliencia: facilitar la recuperación natural

A diferencia de la resistencia, la resiliencia acepta que una perturbación ocurrirá, pero busca que el ecosistema se recupere y regrese a un estado funcionalmente similar al que tenía antes del fuego, facilitando los procesos naturales de regeneración.

Un factor crucial para la configuración de paisajes forestales mediterráneos resilientes es la presencia de especies con la capacidad inherente de rebrotar a través de diferentes estrategias tras un incendio, permitiendo una rápida recuperación de la cobertura y estructura forestal.

Además, las prescripciones selvícolas bajo esta estrategia se centran en aumentar la heterogeneidad del paisaje, creando espacios abiertos y variaciones en la densidad del arbolado. Esto puede lograrse mediante aclareos de densidad variable que generen espacios abiertos y áreas de mayor densidad. Muchas veces, incendios previos pueden ser una buena oportunidad para empezar a diseñar y anclar paisajes más resilientes. Bien sea por tratamientos selvícolas y por incendios precedentes, estos espacios y heterogeneidad permiten la regeneración de especies nativas que pueden estar subrepresentadas, promoviendo una mayor diversidad de especies, edades y estructuras. En un paisaje postincendio, las intervenciones podrían también incluir la regeneración natural asistida o el favorecimiento de la vegetación mejor adaptada que aparece tras la perturbación. Así, le damos una oportunidad a las plántulas de árboles que han logrado emerger tras el fuego y que son, sin duda, una gran apuesta para lidiar con las condiciones ambientales actuales y seguramente futuras.

Transición: guiar el ecosistema hacia un nuevo futuro

La transición es la estrategia más proactiva y más apropiada para ecosistemas donde la vuelta a las condiciones históricas o pasadas no es factible. En este enfoque, se acepta que el ecosistema debe cambiar, guiándolo activamente hacia un nuevo estado más adaptado al clima y a los regímenes de incendios que ofrece el contexto actual y futuro.

Esto implica tomar decisiones audaces, como la introducción o el favorecimiento de especies forestales más tolerantes a la sequía, determinadas plagas o enfermedades forestales y a los incendios y que puede ser que ya creciesen o no históricamente en la zona a gestionar, pero que se si espera que lo hagan en las nuevas condiciones climáticas. Alternativamente, se puede impulsar intencionalmente el crecimiento de especies menos susceptibles al fuego y otras perturbaciones naturales, con el fin de crear una composición y estructura de la masa forestal que sea inherentemente menos inflamable. Esta gestión forestal en busca de una transición, pretende crear paisajes y bosques con una estructura y composición totalmente nuevas, que sean más sostenibles en un contexto de cambio climático, con un régimen de incendios totalmente alejado de lo natural.

Una mirada multidisciplinar a un desafío complejo

Toda gestión forestal debe establecer unos objetivos claros y realizables, y debe apoyarse en herramientas y tecnologías que permitan tomar decisiones y generar actuaciones con todo el rigor y profesionalidad posible, de la forma más minuciosa y meticulosa. Por supuesto, es necesaria una asignación de recursos humanos y económicos de alcance. Allá donde sea posible y teniendo en cuenta la realidad forestal (por ejemplo, la propiedad del monte, el carácter productor o protector del mismo, su diversidad y heterogeneidad, origen, usos, etc.) debemos apostar por la combinación de estrategias que nos brinda la gestión forestal adaptativa, asegurando la multifuncionalidad de los ecosistemas forestales, la generación de servicios ecosistémicos y el equilibrio entre la conservación de los ecosistemas, el aprovechamiento responsable de los recursos y el bienestar social y económico de las comunidades vinculadas al monte. Solo de esta manera se podrán garantizar bosques y comunidades capaces de afrontar los retos del cambio climático y de las nuevas demandas de la sociedad en su conjunto.

En última instancia, el éxito de la gestión adaptativa en paisajes postincendio dependerá de un proceso de aprendizaje continuo y un enfoque multidisciplinar. Los desafíos que enfrentamos con el cambio climático y los nuevos regímenes de incendios son tan complejos que no pueden ser resueltos desde una única perspectiva. Requieren la integración de múltiples campos del conocimiento.

Proyectos de investigación y seguimiento a gran escala y en el marco de la silvicultura adaptativa para el cambio climático son cruciales, ya que crean un modelo operativo para la toma de decisiones. Estos proyectos no solo evalúan la efectividad de las estrategias de resistencia, resiliencia y transición, sino que también actúan como laboratorios donde técnicos gestores, científicos, políticos, empresas y sociedad civil pueden colaborar y aprender juntos.

La gestión forestal del futuro no debería imponer un plan único, sino aplicar un conjunto de enfoques flexibles, basados en el conocimiento científico y desarrollados a través de la colaboración participativa, de manera que se asegure a las generaciones futuras que los ecosistemas forestales conservarán su integridad y seguirán siendo una realidad posibleThe Conversation

Manuel Esteban Lucas-Borja, Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencia y Tecnología Agroforestal y Genética de la E.T.S.I. Agronómica, de Montes y Biotecnología de Albacete. Universidad de Castilla La Mancha, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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